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martes, 10 de marzo de 2015

Evidencias Arqueológicas en la Biblia

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A los judíos les gusta ocultar las pruebas arqueológicas que contradicen sus relatos bíblicos, y a los cristianos les gusta tragarse el cuento de que las historias contadas en la Biblia son hechos que realmente ocurrieron.
Pero la Biblia, y en particular los libros judíos del Antiguo Testamento, son solo copias de mitos previos mezclados con distorsiones e inventos de hechos nada reales que son presentados como datos históricos.
Durante las invasiones comandadas por Estados Unidos en Irak a incios del siglo XXI, y que respondieron a los intereses del lobby judío en el país americano, fueron destruidos notables vestigios arqueológicos que desbarataban las leyendas bíblicas.
De igual manera, la agrupación terrorista llamada Ejercito Islámico, creada por el servicio de inteligencia israelí para generar caos en medio oriente, se dedica también a destruir el patrimonio arqueológico de aquellas tierras.
Pero no se puede ocultar el sol con un dedo. Las evidencias de la falsedad de los mitos judaicos saltan a la vista. Y con esto se demuestra fehacientemente que los hebreos no tienen ningún derecho sobre las tierras palestinas.
El poema épico de Gilgamesh, cuyo origen se halla en Mesopotamia, es la fuente de la cual la Biblia copió el cuento de la creación del hombre, el pecado original, y la leyenda de Noé y el diluvio universal.
No se conoce la época en la que vivió Abraham, pero debió ser anterior al surgimiento del pueblo judío, ya que es considerado el padre fundador del judaísmo. Sin embargo los detalles de su vida contradicen este dato.
Se dice que Abraham se encontró con el rey de los Filisteos en la ciudad de Gerar, pero los Filisteos recién aparecen en el siglo XII a.C. y la ciudad de Gerar recién comienza a surgir a partir del silgo VIII a.C. Época en que los judíos ya eran conocidos.
Otro dato anacrónico es el uso que Abraham hace del camello, ya que este animal recién fue domesticado alrededor del año 1000 a.C. También se relata el comercio de bálsamo y...
mirra que recién se dio a partir del siglo VIII a.C. con la hegemonía asiria.
Las murallas de Jericó no pudieron caer porque nunca fueron construidas y aun no existía la ciudad de Edom para que su rey se enfrente a los israelitas del Éxodo. Los anacronismos proceden del siglo VII a.C. en que comenzó a escribirse la Biblia.
La verdadera historia del pueblo judío, corroborada por los hallazgos arqueológicos, es bastante diferente. Al parecer todo comenzó con diversos pueblos nómades viviendo entre Mesopotamia y Egipto alrededor del siglo XV a.C.
Estos pueblos dispersos y sin identidad estaban principalmente dedicados al comercio. Los egipcios los conocieron como Hicsos y al principio los aceptaron en sus tierras. Pero los Hicsos poco a poco se infiltraron entre las castas gobernantes.
Los Hicsos se adueñaron del gobierno del norte de Egipto donde implementaron una política tiránica. El sur de Egipto se mantuvo en manos de sus legítimos gobernantes que luego de un siglo de luchas lograron expulsar a los invasores.
Los llamados Hicsos retornaron al desierto y se dividieron en grupos aun nómades pero mejor definidos donde destacan los Hapirus. Se supone que la denominación de Hebreos proviene del apelativo usado para nombrar a la tribu de los Hapirus.
Egipto nunca fue el mismo luego de los Hicsos, el mestizaje de sus líderes era cada vez más evidente. A mediados del siglo XIV a.C el rey mestizo Akenatón decide eliminar el creciente poder de los sacerdotes cambiando la religión del pueblo egipcio.
Los egipcios tenían diversos cultos y todos eran aceptados, uno de ellos afirmaba que solo existía un dios invisible cuyo jeroglífico metafórico seria un disco solar que en realidad solo representaba al dios único e innombrable.
Akenatón decidió imponer por la fuerza el culto al dios invisible y generó el rechazo del pueblo y de la casta sacerdotal, que luego de revueltas y conspiraciones logró expulsar al faraón monoteísta y enviarlo al exilio.
El faraón hereje fue enviado con sus seguidores a las tierras limítrofes del imperio egipcio, es decir a las tierras habitadas por los pastores nómades conocidos como Hapirus. Allí Akenatón decidió continuar con su herejía.
Pudo ser el propio Akenatón, o alguno de sus fieles seguidores, quien surgió como líder de los hebreos del desierto. Los seguidores de Akenatón eran los Yahuds y desde entonces los Hebreos o Hapirus fueron también llamados Judíos.
Las duras normas impuestas por un líder monoteísta extranjero para poder controlar a un pueblo nómada y politeísta son retratadas en la Biblia. De la mezcla de historias como las de los Hicsos y la de Akenatón surgió la fábula del Éxodo judío.
Moisés en egipcio significa hijo de tal, como lo demuestran nombres como Tutmosis, Amosis o Ramses. Por lo que el nombre Moisés sería lo que quedó en la tradición oral de los Hapirus del verdadero apelativo de su líder.
Sobre la historia del niño que fue salvado de una masacre de recién nacidos, al igual que el Jesucristo bíblico, se puede decir sin temor a equivocarse que fue copiada del relato del rey Sargón de Ágade de Sumeria, que sufrió la misma suerte.
Todos estos datos demuestran indudablemente que las historias judías de la Biblia son pura invención. Recién alrededor del siglo XIII a.C se nombra por primera vez al pueblo de Israel en la estela de Merenptah.
Cabe destacar que Israel aun en el siglo XIII a.C, de acuerdo a la estela de Merenptah, no era considerado como un país, sino como un conglomerado de grupos unidos solo por sus supersticiones.
La estela de Merenptah habla de Libia, Hatti, Canaán, Ascalón, Gezer, Yanoam y Siria como naciones constituidas con identidad propia. Pero luego se menciona a las gentes de Israel que aun no eran un pueblo. Y hablamos del año 1210 a.C.
Es decir que, más de cien años después de las prédicas de Akenaton en los territorios fronterizos, los Judíos aun no lograban alcanzar una identidad nacional propia que los identifique como un pueblo de verdad.
Pero poco a poco se fueron consolidando como un reino a parte. Y hacia el siglo VII a.C. ya habían creado una mitología propia con héroes como David que venció a Goliat, o su hijo el justo Salomón, de quienes no se ha hallado ninguna prueba histórica.
Así los habitantes del desierto pasaron de adorar a Baal, el dios de la lluvia, al dragón Lotán o Leviatán y a Yam Nahar, el dios del las aguas, a adorar al dios único e innombrable gracias a un líder exiliado que vino desde Egipto.
Los antiguos dioses conocidos genéricamente como los Elohim pasaron a ser considerados ídolos en tanto que el nuevo dios llamado Yahveh se transformó en el líder sobrenatural de la tribu hebrea. Los rituales se fueron mezclando.
Los sacrificios humanos formaron parte del culto hebraico como lo demuestra el cuento de Isaac, hijo de Abraham. Para los nómadas del desierto la vida, portada en la sangre, era un don que continuaba siendo propiedad de los dioses.
La expansión del imperio Asirio en el siglo VII a.C. hizo que los pueblos vecinos busquen su propia identidad. La pequeña aldea de Jerusalén comienza a cobrar importancia. El territorio israelita comienza a definirse y los primeros textos bíblicos son escritos.
La tierra de los hebreos se divide en dos regiones geográficamente distintas. El territorio del norte, fértil y de fácil acceso se vuelve cosmopolita. El territorio desértico del sur mantiene las tradiciones de Moisés y recibe a los judíos más fundamentalistas del norte.
Poco después toda la costa mediterránea de Asia es dominada por los Asirios, que pronto son derrotados por los Babilonios, los que a su vez son vencidos por los Persas, que luego son expulsados por los Macedonios, y que finalmente son conquistados por los Romanos.
Bajo el dominio de cinco imperios diferentes los judíos poseen total libertad para desplazarse y sus tradiciones son respetadas. Lo que demuestra que tampoco fueron reales los exilios y cautiverios de los que habla su libro sagrado.
Para entonces esta tierra era conocida con el nombre genérico de Filistea, o lo que hoy sería llamado Palestina. Y el Imperio Romano estuvo a cargo de ella hasta que se dividió en dos reinos diferentes en el año 395 d.C.
Uno de estos dos reinos, el Imperio Romano de Oriente, conocido también como Imperio Bizantino, se hizo cargo de Palestina hasta que en el año 639 la tierra es conquistada por los Árabes.
La mayoría de judíos se convierten al Islam en tanto que unos pocos mantienen su religión. Para entonces las mitológicas leyendas de de la Biblia ya forman parte de los cultos religiosos de Musulmanes, Judíos y Cristianos.
Hasta el siglo XIX los palestinos tuvieron un territorio propio respetado por las distintas administraciones que los gobernaron, pero todo cambió con la llegada del sionismo. Entonces los Judíos europeos llegaron a tomar Palestina por la fuerza.
Los Judíos europeos son descendientes de pueblos mediterráneos convertidos al judaísmo durante el Imperio Romano y de Jázaros turcos convertidos al judaísmo por sus gobernantes en el siglo VIII. Ninguno de esos grupos es original de Palestina.
Pero, según sus mitos, los Judíos europeos pretenden ser descendientes directos de Abraham y Moisés, ya que así justifican un supuesto pero inexistente derecho a invadir la tierra de los Palestinos.
Es por ello que los sionistas desean a toda costa que los cuentos de la Biblia sean verdades históricas, y no dudan en alterar la historia y malinterpretar los hallazgos para hacer valer sus infundados reclamos.
Para justificar la existencia del primer templo de Jerusalén, el cual nunca existió, presentaron un ornamento con forma de fruta y una tablilla. Luego se demostró que ambos objetos eran falsificaciones modernas.
El llamado Muro de los Lamentos, presentado como el único resto que queda del segundo templo, es en realidad la muralla exterior de una fortaleza romana. La tumba del rey David fue convertida en reliquia por los cristianos y ni siquiera es una tumba.
La llamada fortaleza de Masada, donde se supone que los Judíos lucharon contra los Romanos, se encontró plagada de huesos de cerdos, comida prohibida para los Israelitas, pero no se halló nada perteneciente a los hebreos.
Y así la lista de fraudes y engaños puede continuar indefinidamente. Lo único que se ha podido comprobar arqueológicamente es que los Judíos han rechazado al cerdo desde sus más remotos inicios históricos.
Quien sabe si el propio Moisés se intoxicó comiendo carne de chancho y por ello la prohibió tajantemente. Pero el hecho que dicha tradición se mantenga hasta nuestros días solo demuestra el nefasto fanatismo supersticioso de la religión judía.
Fuentes: Homment.com

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